Echando la mirada atrás resulta inconcebible asimilar todo
el entrenamiento, todo el esfuerzo realizado durante los últimos meses:
kilómetros, piscinas, carreras, madrugones, comidas, lesiones, suplementos, material…
Siempre que nos ponemos esta prueba como objetivo surge la
duda de si seremos capaces de realizar una preparación adecuada. La combinación con las obligaciones
laborales y familiares supone muchas apreturas y estrés.
Pero no se debe simplificar esta dedicación como un sacrificio
que sólo tiene sentido de cara a un resultado final. Esto es una forma de vida
que hemos elegido libremente y que, en realidad, nos gusta. Durante meses realizamos multitud de entrenamientos , muchos de ellos con los amigos con quienes compartes tu
pasión, y otras tantas competiciones.
Hemos superado las dificultades y estamos satisfechos del nivel
alcanzado. Nos encontramos bien; tan fuertes o más que nunca.
Tenemos la ilusión de obtener nuestro mejor resultado, batir
nuestra marca. Particularmente con 42 años soy consciente que es mi última
oportunidad de alcanzar mi mejor rendimiento.
Pero en un Ironman hay tantas variables, que en cualquier
momento todo se puede ir al traste: problemas físicos, accidentes, averías,
hidratación-comida…
Por tanto lo haremos lo mejor posible. Por nuestra parte no
quedará. Tendremos la motivación de los compañeros, sin la cual seguro que no
podríamos llegar al límite, y la compañía de las familias. Y al final, sea cual
sea el resultado, siempre nos
quedaremos con aquel año en que hicimos el ironman de Frankfurt, con sus
anécdotas y las sensaciones que vivimos.
Nuestro agradecimiento a todos los que os acordáis y
reconocéis nuestro esfuerzo, en especial a los compañeros lesionados y
accidentados.
JVG
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